Queridos lectores, ¿cuántas veces habré de hablaros de la gran hipocresía que nos rodea? De cómo alguien que considerabas tu mejor amiga (y ella a ti también) pasa a ser una desconocida que ni te saluda por la calle.
Como os comenté en mi primera publicación tras el largo parón, han sido tiempos muy turbulentos, de mucho cambio y mucha inestabilidad. En esta ausencia en el blog, la que creía la mejor amiga de mi madre, de repente desapareció. Qué fácil es ser amigo en los momentos buenos, pero si llegan las vacas flacas y la gente huye, plantéate que no eran tan amigos. Y esto es exactamente lo que pasó.
Mi madre tuvo muchos meses de bajón físico, anímico, psicológico y todo lo que se os ocurra de esa índole y, mientras casi no podía ni salir de casa, se preocupó de que su amiga estuviese bien. Llegó un día en que no podía abarcar tanto y se centró en sí misma, fue al médico y le dijeron que tenía una enfermedad, que todos sus problemas tenían una causa.
Se focalizó en su tratamiento, en superar la rara enfermedad que la había casi anulado como persona, pero su amiga ya no contestaba sus llamadas ni mensajes, no sabe que pasó por todo aquello sola, con el apoyo de toda su familia, pero sin su supuesta amiga.
Después de Navidad, mi abuela tuvo que ser ingresada y estuvo muchas semanas en el hospital. Mi madre no se separaba de su lado y con todo lo que conllevaba su recuperación, las horas de hospital, asegurarse de que las cosas en casa seguían yendo bien y un largo etcétera, se olvidó de felicitar el cumpleaños a esta mujer. Qué gran ofensa para alguien que no sabe de la misa la mitad.
Cuando mi abuela se recuperó y volvió a su casa, nos enteramos de que la había vendido. Tuvimos que ponernos las pilas en buscar un nuevo hogar para ella, para mi abuelo y para mi tía que vive con ellos porque se quedaban literalmente en la calle. Fueron meses en los que mi madre seguía con su tratamiento, en los que cuidaba de la recuperación de mi abuela, buscaba un piso apropiado y vaciaba la casa de todo lo que no se iban a llevar a la nueva, fuera cual fuese.
Por esa época tuvo la inmensa suerte de reencontrarse con su amiga de toda la vida, del colegio, de sus años de juventud. Y gracias a ella y tener alguien con quien contar, sus problemas se minimizaron en su mente. Ya no se veía sola, volvió a sonreír después de mucho tiempo. La hipócrita la bloqueó en las redes sociales, nadie sabe muy bien por qué.
Ahora las cosas parecen más tranquilas. Mi madre no está recuperada, pero va bien; mis abuelos y mi tía llevan un tiempo instalados; no hay demasiados sustos de salud por parte de ellos; sigue quedando con su amiga del colegio, etc.
El otro día nos cruzamos con la supuesta mejor amiga de la que hacía más de un año que no sabíamos nada y ni nos saludó. Giró la cara como si fuéramos las vecinas pedantes, maldita maleducada. Muy bien, tú lo has querido. Si no estuviste en los momentos más duros de nuestra vida, no nos mereces en los mejores.
Espero de corazón que no tengáis la suerte de tropezaron con gente así de magnífica y que la apartéis bien lejos.