La increíble historia de Caperucita Roja
Érase una vez, una niña que vivía en un pequeño pueblo rodeado por un denso bosque. Todo el mundo la conocía como Caperucita Roja porque siempre vestía con una caperuza de dicho color. Un buen día, su madre le pidió que fuera a visitar a su abuelita que vivía sola en mitad del bosque. La niña, encantada con el encargo, empezó a preparar una cesta con miel, magdalenas, leche y algunas frutas. Su madre le dio varios consejos para que no se perdiera y le pidió que no abandonara el sendero.
La niña se adentró en el bosque y a cada paso se maravillaba más con la belleza de las flores y las mariposas de colores que las rondaban. Iba distraída, alejándose del camino marcado por su madre. El lobo feroz acechaba tras unos matorrales a que ella se acercara.
Cuando Caperucita se agachó a oler unas flores, el lobo le salió al paso. Se levantó sobresaltada, pero cuando vio que se trataba de un "lindo perrito" se tranquilizó. El lobo se interesó por todo lo que le contaba la niña y así fue como se enteró de a dónde se dirigía. El lobo propuso que tomara otro camino, al parecer más bonito. Caperucita, entusiasmada con la idea, le hizo caso y se dirigió a donde él indicaba.
El lobo aprovechó que la niña iba a dar un gran rodeo para correr a casa de su abuelita. La anciana mujer, muy sabia por la edad, le oyó llegar y decidió esconderse en el armario para salvar su vida. El lobo la buscó pero no la encontró, aun así se disfrazó de ella y se metió en su cama. La abuelita de Caperucita lo observaba todo por las rendijas del armario.
Al poco rato, llegó la alegre niña con su cestita en una mano y un ramo de flores en la otra. Se entretuvo poniendo las flores en agua y dejando la cesta en la cocina. Fue a ver a su abuelita a la habitación cuando terminó. Abrió la puerta despacito, temiendo despertarla si dormía. Una figura la sonreía. Ella sabía que no era su abuelita, pero decidió disimular.
-¡Oh! Abuelita, qué orejas más grandes tienes.
-Son para escucharte mejor.
-¡Oh! Abuelita, qué ojos más grandes tienes.
-Son para verte mejor.
-¡Oh! Abuelita, qué nariz más grande tienes.
-Es para olerte mejor.
-¡Oh! Abuelita, qué boca más grande tienes.
-¡¡¡Es para comerte mejor!!!-el lobo se levantó de la cama y se precipitó contra la niña.
Caperucita, precavida, le cerró la puerta y el lobo se estampó contra ella. La niña corrió a esconderse a la cocina aprovechando el aturdimiento del animal. Pero el lobo se despejó y fue a por ella a la cocina. Estaba preparada. Había echado aceite al suelo, así que el lobo resbalaba y no podía acercarse. Además, la niña le arrojaba frutas y magdalenas, por lo que se caía constantemente tratando de esquivarlas.
Caperucita salió al bosque. Vio cómo su abuelita salía de la casa por una ventana y juntas corrieron a buscar ayuda. El lobo salió, finalmente, de la casa y fue a cazarlas. La abuelita conocía a un leñador que decidió ayudarlas. Cuando los tres vieron que el lobo venía enfurecido, tensaron una cuerda que habían colocado entre dos árboles, haciéndole tropezar.
El leñador le amenazó con un hacha mientras Caperucita y su abuela le ataban las patas. A pesar de estar atado, el lobo seguía retorciéndose tratando de soltarse. Por seguridad, la niña decidió dispararle para herirle, pero el tiro fue tan certero que mató al animal. Optaron por tirar el cuerpo al río y olvidar el trágico suceso.
Aurora.
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