Me parece muy curioso y resulta hasta gracioso. En la peor época de mi vida hice unas buenas amigas, al menos para aquel momento, que me daban la estabilidad que me faltaba en mi día a día y las salidas de los fines de semana me motivaban a seguir adelante durante la semana. Éramos un grupo considerablemente grande, tanto que no todos nos conocíamos entre nosotros.
Una tarde hace ya más de 2 años, en una de nuestras quedadas, se apuntaron unas chicas que no conocía. Genial, gente nueva. Era una época en la que abrirme a desconocidos me costaba bastante, pero nunca dejé de intentarlo. En el fondo esperaba encontrar una amiga de esas que son "para toda la vida". Curiosamente, a día de hoy son ellas con las que sigo manteniendo el trato en vez de con las que mejor me llevaba por aquel entonces.
Con dos de ellas me llevé muy bien desde el principio, nunca hubo ningún problema y nos reíamos juntas de cualquier tontería. Pero siempre tiene que haber una tercera en discordia. Será que yo no estaba en mi mejor momento, o que su carácter más introvertido que el mío me hacía alejarme, no lo sé, el caso es que con ella no me lo pasaba tan bien. Teníamos gustos en común y un sinfín de factores que podrían unirnos, pero no estaba el Destino por la labor.
Con el tiempo el grupo se desintegró, ahora la gente sigue viéndose con aquellos con los que su relación se hizo más estrecha. Yo me quedé descolgada, pero entre el Bachillerato, el noviete de turno, la carrera y, ahora, Philip, tampoco me importó demasiado. La gracia está que me empecé a llevar algo mejor con esa chica, pero sólo con comentarios dispersos por las redes sociales.
Ayer quedé con ella, más de un año después desde la última vez que nos vimos. Tenía pánico y al principio quise anular la quedada. Pedí a todo el que pude que me prohibiera salir esa tarde, que alegara que había riesgo de abducciones alienígenas si era preciso. Nadie se ofreció a ayudarme, y ahora lo agradezco. Estaba muy nerviosa, eso de quedar con alguien del ya olvidado "grupo" me daba taquicardias, más aún sabiendo que no era con la que mejor me había llevado, desde luego.
Pero, como por arte de magia, me di cuenta que todos merecemos una segunda oportunidad. Había pasado mucho tiempo, las rencillas del pasado se habían olvidado y ambas habíamos madurado. Ya no somos las mismas que se conocieron en una plaza un lluvioso día de Diciembre. Me alegro de haber quedado con ella, porque he encontrado a una nueva amiga en alguien que jamás hubiese sospechado. Una persona con la que comparto una valiosa parte de mi pasado, aunque en su día no lo supe valorar.
No cerréis las puertas a aquellos que en su día no supisteis valorar, os pueden sorprender gratamente.
Aurora