Queridos lectores, me quedé sin poder comentaros todo lo que me pasó en Agosto, salvo ese fin de semana tan especial en un balneario. Lo primero es hablaros de los dos días de vacaciones que Philip se pidió para unirlos a un fin de semana y un lunes de fiesta, nos marcamos un buen puente.
Como teníamos días de sobra, aprovechamos para poner rumbo al norte. Un lugar mágico con escarpados acantilados, frondosos bosques, un mar limpio y salvaje... solo hay que ver la foto que enmarca esta entrada. Nos encanta escaparnos a esa zona porque es tranquila, es auténtica, está lejos del ruido y la contaminación de las grandes ciudades ¡y se come mejor que en ninguna otra parte! Es otra forma de relajarnos, merecen la pena todos esos kilómetros para disfrutar de un estilo de vida imposible en nuestro mundo urbano. Fueron cinco días en los que decidimos disfrutar del mar, del sol, de la gastronomía y, sobre todo, de la paz norteña.
Volvimos a casa un poco tristes, pero al fin de semana siguiente pudimos escaparnos a esa mítica playa levantina. Podríamos haber elegido un estilo austero, pero preferimos ir a todo tren ya que, al fin y al cabo, el verano estaba tocando a su fin -o eso creíamos-. Fuimos a mi restaurante favorito, a una hamburguesería que nos recomendaron, de copas al pub de siempre, etc. Y entre medias mucha playa, mucho sol y un poco de piscina. ¡No nos podemos quejar!
El fin de semana siguiente fue mucho más tranquilo, creo yo que para despedir Agosto con un poco de calma y algo de dinero en los bolsillos.
¿Y vosotros? ¿Os lo habéis pasado bien?
Aurora.
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