Queridos lectores, el otro día quedé con una vieja amiga a la que hacía tiempo que no veía. Me quedé con una sensación bonita y extraña a la vez, el tiempo pasa y de vez en cuando quedo con ella y es como volver atrás, como volver a aquellos años en los que todo era diferente, nosotras éramos diferentes.
A veces recordamos anécdotas y de verdad siento que me está hablando de una desconocida, que yo no soy así y me cuesta reconocerme en sus recuerdos; supongo que a ella le pasará lo mismo. Y hablando del presente y del pasado, de todo lo que nos venía a la mente, llegamos a la conclusión de que deberíamos reunirnos todas las del antiguo grupo, aunque solo fuera una vez. ¡Sería tan bonito!
Por muy emotivo que me imagine el encuentro, no puedo evitar pensar como adulta y darme cuenta de lo difícil que es, hace demasiados años que no sé absolutamente nada de algunas de ellas y con otras me une una indiferencia casi insalvable. He pensado mucho en ello, incluso antes de que esta chica me lo mencionase, y sí, sería precioso volver a estar todas juntas como si el tiempo no nos hubiese distanciado, pero ahora somos unas completas extrañas y sospecho que a más de una le parecerá de risa y no vendrá.
Posiblemente seamos capaces de recuperar los teléfonos de casi todas entre esta chica y yo -personalmente guardo alguno anotado en algún cuaderno- y, quién sabe, quizá después del verano le recuerde nuestra conversación y nos decidamos a intentarlo, ¿qué podemos perder? Y si alguna no se anima, tampoco creo que se acabe el mundo; al fin y al cabo hace muchísimos años que no nos vemos y solo sería una tarde más de las muchas que vendrán.
La vida es sueño y los sueños, sueños son. ¿Quién soy yo para cortar las alas a la esperanza?
Un abrazo,
Aurora
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