¡Hola bloggers!
Debo comentar antes de exponer aquí mi anécdota de la que venía a hablaros que el tema de 'Neura' se solucionó favorablemente. Al final terminé reconociendo mi error al "odiar" al susodicho compañero y quedamos de nuevo como amigos, ¿decisión correcta? Así es para el resto del mundo pero no lo tengo tan claro si también lo es para mí, en fin, tengo toda una vida para meditarlo...
Y ahora demos comienzo a lo que realmente quería escribiros:
"Verano 2010. Primer día de vacaciones en una playa levantina.
Empezamos bien (irónicamente), como cada año con una estúpida discusión a la hora del desayuno sobre temas irrelevantes. Harta ya de las vacaciones en familia, y eso que no hacían más que empezar, me dispongo a salir de casa con tal de perder a todo el mundo de vista por unas horas. No llevo móvil, sólo las llaves en la mano. Pongo rumbo a la playa, con la idea de pasear por la orilla por tiempo indefinido. Empiezo a pasear y me asqueo sólo de notar la arena pegándose a mi piel pero sigo adelante. Me planteo por qué la gente ama tanto ir a la playa. Yo lo odio. Odio la playa. Me da asco la arena, me da asco la sal del mar, y me dan asco las algas. No me consuela saber que con una ducha volveré a estar impecable. Pero aun así, he decidido ir a pasear... lo que sea con tal de no ver a mi familia y en este Infierno que me toca vivir cada verano es lo único que hay... ¡¡¡menudo consuelo!!! "Muchacha, respira hondo, que solo es el primer día y aún nos quedan dos meses de vacaciones"-me digo a mí misma. ¿Es que mis padres no se dan cuenta que dos meses en el mismo sitio son para morirse? Dos meses viviendo en la más absoluta soledad, sólo mi "amada familia" y la playa... ¡¡¡menudo planazo!!! Para morirse. Camino por la orilla absorta en mis pensamientos, pensando lo mucho que odio ese recóndito rincón en el que estoy obligada a veranear y lo mucho que disfrutaré el día que me pueda permitir unas vacaciones donde YO quiera... lejos de allí, muy lejos... eso lo tengo claro desde los 10 años. No pisaré jamás ese suelo una vez logre independizarme. Y pensando y pensando, caminando y caminando han pasado dos horas y estoy volviendo a casa sin siquiera haberme dado cuenta. Por el camino me cruzo con mi familia, ¿se les habrán bajado ya los humos? Eso parece. Me convencen (a base de amenazas) para volver con ellos a la arena y al mar... me recuerdan a las sirenas de Homero, si abren la boca estás perdido. Vuelvo a regañadientes y echando maldiciones a todo aquel que osa mirarme más de una milésima de segundo sin pestañear. Estoy cabreada. Mucho. Esa noción de cabreo que solo experimento cuando llega el verano y me voy de "vacaciones". Decido irme al mar porque siento que voy a desmayarme de un golpe de calor como no entre en remojo pronto. Mi hermana me acompaña. Somos un espectáculo andante, o nadante si me aceptáis el término. Llevamos el pelo recogido con pañuelos y las gafas de sol puestas, y nos adentramos más y más en el mar rumbo a la boya porque nos ha dado por ahí. Llegamos exhaustas a nuestra meta, queda volver... A medio camino entre la boya y la orilla me paro bruscamente y miro el fondo marino con cara de sorpresa. Mi hermana pregunta: "¿Qué? ¿Un tiburón?" Y me sonríe maliciosamente. Respondo: "Qué va, ¡una piña!" Me mira y pregunta: "¿Una piña debajo del mar?" Nos miramos y sin poder contenernos exclamamos a voz en grito: ¡¡¡BOB ESPONJAAAA!!! Reímos sin parar, procurando no ahogarnos del esfuerzo y tratando de llegar a nado a la orilla... Con mucho esfuerzo, y tras tragar bastante agua, lo logramos. Ya he tenido mucha playa por hoy. Recojo mis llaves y me vuelvo a casa."
Aurora.
Aurora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario