Día increíble, de esos que podrían pasar a la historia, pero una lástima que todo se estropeara en grado máximo al caer la noche. Típico día que no sales de la cama, no por vaguear, sino por estudios. Me toca leer un libro en castellano antiguo, así que ese ha sido mi estudio de hoy.
Por la tarde me ha llamado Philip para decirme que en Terracita's se hacía una barbacoa. Asaltan mi mente los recuerdos de esos mágicos días en una playa levantina, ese miércoles haciendo una barbacoa a orillas del mar... Quería ir, pero esa sensación de "quiero y no puedo" es desgarradora.
A solo 30 páginas de terminar el libro lo he dejado aparte, arreglarse y toda la historia tampoco me ha llevado mucho tiempo pero sentía en mi fuero interno que me estaba equivocando, no era mi día para salir a la calle y yo empezaba a saberlo aunque decidí ignorar lo que las corazonadas me advertían.
Terracita's ha sido un suplicio, no por mis amigos que son geniales, sino porque no tenía ni fuerzas, ni ganas, ni motivación para estar de fiesta. Mi sitio estaba en la cama, calentita bajo las sábanas y libro en mano. ¿Por qué no haré caso a lo que me dicta el corazón? Además que terminé mal con Philip porque llevaba un cabreo considerable, fruto de ignorarme a mi misma, la falta de ganas de estar allí, y el frío que tenía.
Y cuando ya no podía más y cansada de retener unas lágrimas irracionales que no podía mostrar por no poderlas explicar, cogí la puerta y me fui. Pillé el último autobús y me vine al barrio. Bajaba rápido una cuesta porque no quería retrasar más mi llegada a casa, lo único que quería hacer era meterme en la cama y leer hasta caer dormida. Y entonces apareció como una exhalación.
Se cruzó en mi camino con una sonrisa pintada en el rostro y me saludó, con intención de darme dos besos. Se los dí, puñetera educación, ya podrías abandonarme en momentos así. Tenía intención de retenerme para preguntarme "qué tal" pero no la di opción, dije que tenía prisa -que era cierto, prisa por meterme en la cama- y que ya hablaríamos. JÁ, no tengo nada que hablar con ella.
No sé quién se cree que es para decirme que me tiene un asco que se muere y cosas de ese estilo, pegarnos hasta que una multitud nos separó y ahora, año y medio después saludarme como si nada... no, hija, no, en mi vida las cosas no funcionan así.
Ni olvido, ni perdono, esa es mi ley.
Aurora.
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